martes, 28 de septiembre de 2010

Zapatos de viaje

Llevaba pocas pertenencias, en realidad solo cargaba con lo necesario; un libro, un cuaderno para escribir,su pequeña computadora y su amada cámara fotográfica, tres o cuatro prendas y eso era todo; no necesitaba más.
Un buen hombre se había ofrecido a reparar el auto que en realidad solo necesitaba un empujonsito al motor para hacerlo caminar. De haber tenido dinero le habría dado algo al muchacho, pero le quedaba poco.
-sabe usted dónde queda un banco?
El chico le dio instrucciones para llegar, estaba claro, no quedaba muy cerca de ahí.
-muchas gracias - dijo sonriente.
No parecía tener más de quince.
Le recordó a él mismo no muchos años atrás, cuando ser feliz consistia en dos únicas cosas: disfrutar y ser tu mismo. No tenías que esforzarte demasiado, era cuestión de actitud. Y la felicidad equivalía a sentirte bien contigo mismo, a sonreír a pesar de todo. No tenías que saber quien eras, bastaba con ser libre e irte descubriendo a ti mismo día con día.
Sonrió. Si, todo parecía ser más fácil.
Arrancó y manejó sin dirección alguna, reproduciendo viejas imágenes en su mente de un pasado perfecto que, en su presente, no parecía tan bello como lo veía ahora. Y es que eso siempre pasa; tenemos algo y queremos aún más. Soñamos con algo y deseamos más todavía, nos quejamos, nos aburrimos. Es el tiempo el que nos muestra la belleza de lo que tenemos. Es él el que cambia la visión de las cosas.
El tiempo. Qué extraño concepto. El tiempo es un ladrón y también un amigo; se roba todos tus momentos y te regala más recuerdos. Se encarga de hacer cambios, se encarga de darle un play a la vida.
Nuestro amigo se pregunto qué sería de nosotros sin el tiempo, acaso estaríamos en pausa? O tendríamos el poder de nuestra propia vida? Quién sabe. Pero en realidad no importa mucho, o si? Pues nosotros, en cierto modo, somos dueños de nuestro propio camino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario