miércoles, 7 de agosto de 2013

Silencio

Siempre hemos sabido que todo lo que sube tiene que bajar, aquello que comienza tiene un fin establecido, lo que existe se transforma. Nada es para siempre.
Pero creo que llega un momento en la vida donde entiendes realmente de qué trata todo esto, donde lo vives, lo sientes. Donde dejan de ser solo palabras y se convierten en hechos. Donde tantas cosas que te hicieron sentir en la cima del mundo... se convierten tan solo en recuerdos que vagaran por la línea del tiempo de tu vida, te miraran de lejos y poco a poco irán perdiendo color y veracidad. Y te preguntarás si tan solo fue un sueño. Si todas esas risas, esas fotografías, esas miradas... fueron solo memorias de alguien más. Alguien más joven. Alguien con más vida. 

Duele tener que ser realista, aunque digan que no vale la pena serlo, uno no puede vivir en un sueño. No para siempre. Se puede vivir del sueño, respirar del sueño, despertar cada mañana para luchar por él. Pero nadie puede vivir en él. No es real. No todavía. 
Se cae. Se cae de pronto a la realidad y el golpe duele tanto que nos deja atontados por varios minutos, días, quizá años. Nadie nos puede salvar. No se puede depender de nadie, estamos solos, somos individuos luchando cada quien por su cada cual. 

Quiero volver, quiero volver a sentir la libertad, el deseo, la vida, la expectativa, la curiosidad... el miedo. El miedo del que tanto me quejaba. Ese miedo puro, del que vale la pena aprender. Ese miedo que no te paraliza, al contrario, te hace avanzar más rápido para que termine y a pesar de todo... siempre queremos más. Nos despierta, nos pone vivos, atentos. Es miedo del bueno. 

No sé qué me espera, no sé qué sigue, no tengo un plan. Hoy es uno de esos días en los que no tengo idea de quién soy. A dónde voy. Y dudo de dónde vine. Solo estoy segura del recuerdo, de que existió en algún lugar, de que existí. Fue real. Palpable. Fue felicidad. De la buena. 

No me quiero anclar al pasado, pero es tan difícil. Estoy aprendiendo, adaptándome no al cambio, sino a la vida. 




jueves, 6 de junio de 2013

House of the rising song

Hace mucho que no escribía por aqui. Y podría decir que fue porque no tenía inspiración, pero la verdad es que esa excusa la utiliza la gente cuando no realizó algo y suena bonito, pasable, esas cosas ocurren. Pero detrás del “no tenía inspiración“ se esconde el “la neta no tenía ganas, ánimos, me daba hueva, se me atascó el cráneo, las neuronas se tomaron un break“
Y así es esto.
¿Qué cosa?
Todo. Hablo de todo. De los aviones que pasan por encima de mi cabeza todos los cabrones dias. Recordándome “ya te vas. ya te vas. se te acabó. de vuelta al rancho.“ Y me atormentan. Todo empezó hace dos semanas cuando nos quedamos a dormir en la escuela, yo por supuesto me dormí dentro del gimnasio. No soy tan estúpida para acampar afuera con este frío. Bo y Lies hicieron desmadre hasta muy entrada la madrugada y no me dejaban dormir. Al día siguiente nos vendrían a despertar los maestros a las putas seis de la mañana para ir a la playa a surfear A SURFEAR CON ESTE CLIMA. Coño, Bo, cállate. SHUT UP BITCH.
Y pues al final se quedaron dormidas. Todo estaba quieto. Se oía el silencio del edificio. De los salones de clases sin alumnos, ni profesores, ni tareas, ni libros. El gimnasio, donde he pasado la mayor parte de mis pesadillas, respiraba con eco. Se comía el silencio. Y me desperté. Y miré hacia el ventanal frente a mí, vi el cielo, los árboles, las vías del tren. Subí la mirada. Un avión. Con sus putas luces parpadeando, riéndose de mí. Y me cayó el veinte de que nada es para siempre. Y ahí, en el silencio y la oscuridad, acompañada pero sola a la vez, me puse a llorar.

Tengo tanto miedo.

No quiero.

Tantas cosas que he hecho. Pasan como en slideshow por mi cabeza cada vez que veo un avión. No me visualizo regresando a México. ¿Qué me espera allá? ¿Qué tengo que buscar allá? ¿Por qué me voy? ¿Por qué me fui? No recuerdo mi casa. Mi casa es aqui. No recuerdo quién era. O tal vez si lo recuerdo pero lo he tratado de olvidar a lo largo de estos meses. Me encerré en esta realidad y se me olvidó quién era antes y quién debo volver a ser. ¿Volver a ser? ¿De verdad? No. No sé. ¿Quién era?
Me atormenta.
Un mes. Un mes valeria. Un mes y estas de vuelta. No. NO.
Se acabó. Kapot. Puff. El sueño. Despierta!!
Y se fue. Y no lo puedo detener. El tren se va y me deja en la estación equivocada. Y no me espera. Y me lleno de impotencia.

Te amo Bélgica.

lunes, 18 de marzo de 2013

'T Straatje

Los Belgas se quejan porque hace demasiado frío para ser Marzo, que es el invierno más largo que han tenido desde hace ciento y algo de años. Ha nevado mucho los últimos dias y no veo ningún indicio de la primavera. Este hecho me deprime un poco, pero ya me acostumbre a llevar el enorme abrigo sobre mí a todos lados, se ha vuelto mi segunda piel.
Estas semanas han ido extremadamente rápidas y lentas a la vez. El día avanza sin ganas pero termina con prisa. Y tiene lógica, creo.
Es extraño abrir los ojos por la mañana y saberme acostumbrada al ambiente que me rodea, a hacer las cosas en modo automático y crear una cotidianidad temporal todos los dias. Sigo aqui. Sigo en Bélgica. En 5 dias se cumplirán siete meses de haber dejado mi casa, de haber tomado ese avión y cruzado el océano. Mi mente no lo asimila, en ocasiones tengo la sensación de que he estado aqui toda la vida, y otras veces me asusto y se me olvida a donde pertenezco. Pero en dias como hoy, cuando camino con mis audífonos hasta la estación de tren, es cuando mi mente viaja de aquí para allá y me recuerda quién era antes de estar dónde estoy, quiénes éramos y en qué nos hemos convertido. Veo sonrisas, veo música, veo lágrimas, veo abrazos, besos, miradas, momentos y una que otra botella en la colonia ocolusen.

Pienso en el día de mi regreso y aún no decido si asustarme o emocionarme. Miro a mi alrededor y todas las cosas que voy a extrañar, todas las fotografías emocionales que tengo que conservar. Primero esta “Straatje“ la pequeña calle llena de bares que se encuentra casi a un lado de la estación y solemos frecuentar casi cada viernes para hacer prácticamente lo mismo. Primero tenemos el bar del boliche a donde he ido unas tres o cuatro veces únicamente. El bar donde Rens conoció a Damiela, donde, estando a tantos meses del día de mi partida, Jaime y Carina me dijeron que el día en el que yo tuviera que irme iban a llorar. El bar donde Eva mi cito un día de Enero antes de que se fuera a la India para hablar de mi vida en Bélgica y todo lo que yo tuviera que desahogar.
Después está el Bar de la esquina “Den Bras“ o como nosotros los llamamos “El bar de siempre“, porque lo frecuentamos mucho. Nos gusta porque fue el primer bar a donde fuimos todos los Kip juntos después de una clase de neerlandes, donde Giorgia se confundió y pidió jugo de naranja en vez de cerveza, a donde fuimos después del juego de fotografías en Kortrijk y platiqué por primera vez con Karel. Ese bar ha presenciado si no todas, bastantes platicas profundas y sinceras con Damiela. Es de esos bares en los que hay buena música, a un volumen perfecto para poder sentarte y platicar por horas. Todos los caminos nos guian siempre a el “bar de siempre“.
Al lado de éste está el bar subterráneo, ese me gusta porque casi nunca hay gente y, puesto que está bajo tierra y hay que bajar unas escaleras, siento que me encuentro en el fin del mundo y nada ni nadie puede encontrarme ahí. La cerveza no es tan buena como en “den Bras“ pero el lugar es acogedor.
Luego siguen los tres bares más concurridos, donde se pone la fiesta y todo el mundo está ahí, donde es casi imposible sentarse a hablar. El primero es bastante elegante, ahí te encuentras con la clase alta de la zona y los niños bien vestidos. Es lindo el lugar pero no me agrada tanto porque hay pocas meses y siempre termino parada.
El segundo es el que más detesto y el favorito de Damiela, la música está al máximo volumen y casi siempre es Dubstep. Ahí fue donde Damiela y yo nos tomamos un vodka malísimo un día y donde en frente de Viktor la regañé y nos peleamos. Siempre está atascado de personas y estudiantes de escuelas refinadas en su mayoría, no se puede ni caminar porque es un mar de gente.
El tercero es “Stradis“ el favorito de los de mi clase, en parte porque hay happy hour y en parte porque ponen música más variada y los de la escuela asisten ahí. A mí me agrada porque tienen Desperados (cerveza con tequila) y porque tengo la oportunidad de ver a mis compañeros del colegio en un ambiente diferente donde se comportan diferente.

Me retiro. Hay deberes Belgas por hacer.
Ahora me queda esperar a la primavera y el día en el que pueda salir a la calle con mangas cortas.