martes, 22 de julio de 2014


Me atrevo a llamarte ladrón. Y lo hago enlistando el número de cosas que te has ido robando. Comenzaste por llevarte las razones que poseía para sonreír, me quitaste la fuerza para sostenerme por mi cuenta, escondiste todas mis dudas, mis tristezas y faltantes. Viste mis inseguridades y vacíos y esos también me los quitaste. Nada puedo decir de mis miedos y barreras, de mis ganas de huir, de mi espíritu callado pues todos los perdí.  
Te robaste mis palabras, mi decencia y mi cordura.
Y es que ladrón cualquiera no eres. Pues todo me quitaste y todo me diste. 
¿De las razones? Me las repusiste con muchísimas más, si me quedé sin fuerza me diste tu mano. De mis dudas, tristezas y faltantes obtuve a cambio tus manos, tus ojos y, válgame Dios, tu sonrisa. A cambio de esas inseguridades y vacíos me regalaste canciones y momentos y los besos y las caricias reemplazaron todos los miedos y barreras. De mis ganas de huir ya sólo me quedan las ganas de quedarme en tus brazos. Me quitaste las palabras para expresarme pero me diste mil y un cosas para escribir.
¿Y de la decencia y la cordura? Me has dejado con esta gran, inmensa y tan adorada locura. 

Así que te demando de ladrón... pero también de amante perfecto.