lunes, 30 de abril de 2012

“Sábado, 29 de Mayo 2004 Hoy conocí al amor de mi vida, David, fue su primera comunión y me mandó cartas. Todo empezó cuando mi hermano Gian se fue de chismoso y les dijo a David y a sus amigos que a mi me gustaba [...] ...Me puse muy feliz y nos empezamos a mandar cartas. [...] Antes de irnos le dije adios y le mande un beso. Espero casarme con él“ No, no me averguenza realmente publicar mis anhelos y cursilerias infantiles. Creo que si alguna vez en mi vida escribí algo verdaderamente sincero y puro fue en ese diario. El diario empolvado y olvidado que yacía dentro de una caja en el ático de mi tía. Tenía un candado y, les digo, el candado de este diario no fue fácil de abrir; tuve que destrozarlo con un martillo. Nunca he sido constante en nada, prueba de ello es esta libreta que tengo en mis manos la cual no logré llenar por razones que ya no recuerdo. Me hubiera gustado leer más y más, pero la niña de aquel entonces estaba más ocupada viendo caricaturas o jugando que escribiendo en un diario. Y ahora lo pienso... en muchos muchos años me voy a divertir leyendo las cosas que me ocurren ahorita, en ese diario imaginario que no logro escribir. ¿Por qué? Me da miedo plasmar memorias y al mismo tiempo es para lo que vivo realmente. Qué gracioso es pensar en el amor de tu vida cuando solo tenias 9 años. Qué fácil era decirlo y, a mi corta edad, en realidad sigue siendo así. Pero ahora se dice con más fuerza, con intensidad de un joven enamorado. Antes se decía con sencillez, sin importar cuánto perduraría o si tenian fuerza las palabras. Daba igual si era correspondido, o si se desvanecia al día siguiente. Era el amor de mi vida. Ese niño al que le gustaba montar en pequeñas motos y jugar con sus amigos en el patio de la primaria. Y que ahora es un tremendo idiota. Interesante “amor de mi vida“ Si que eran maravillosas las mañanas de fin de semana, cuando madrugaba por deseo y falta de sueño y nos sentábamos con mis hermanos en el cuarto de la tele a ver caricaturas sin ninguna preocupación. Y no es que ahora tenga muchas preocupaciones, al menos no importantes, sólo estúpidas cargas que yo sola me echo encima. Pero me asusta el hecho de pensar que está todo tan claro. Con cada cumpleaños aumentan los objetos en la espalda, cada día se vuelve más cercano el día del juicio, cada hora que pasa me doy cuenta de que mi vida se posa sobre un tablero del “Destreza“ y el reloj va contando los segundos que faltan para que la tabla bote y todas las piezas que no alcancé a poner en su lugar se queden en mi mano y pierdan su objetivo.