lunes, 27 de septiembre de 2010

Hola desconocido ¿Cómo he estado?

Se sentó en una mesa junto a la ventana, pidió un café negro, le puso un sobre de azúcar y una cucharada de crema. El pequeño lugar contaba con muy poca luz y una música instrumental de fondo bastante cómoda. Sentado a solas, en aquél café en medio de la nada y tan lejos de casa, se puso a pensar en trivialidades sin verdadera importancia. Le dio vueltas a su café por un buen rato, lentamente, sin ser consiente del acto. Todo parecía ser tan diferente, las cosas habían cambiado en todos los sentidos y su vida ya no parecía ser la misma. Tal vez la decisión que había hecho era buena; tomarse unos meses libres para viajar un rato. Claro, sus familiares no estaban realmente de acuerdo con esto, pero a él le venía importando un comino. Lo que realmente le preocupaba era el hecho de haber decidido viajar solo, claro, necesitaba un tiempo para pensar y decidir qué era lo que quería hacer con su vida. Pero era algo complicado tratar consigo mismo, considerando el hecho de que jamás había aprendido bien a escucharse y mucho menos a escuchar a las demás personas. Y tal vez por eso viajaba solo; para aprender a escucharse antes de cometer cualquier otra tontería y tomar la decisión más importante de su vida, o una de ellas.
Pero claro, él jamás iba a imaginar que se perdería. Olvidó lo distraído que era y lo pobre que era su sentido de la orientación. Al principio, cuando descubrió que estaba perdido, se preocupo demasiado. Y aún lo estaba pues estaba completamente solo en un país desconocido, y eso no era lo peor, lo peor era que el automóvil en el que viajaba (Su pequeño convertible viejo) se había averiado. Increíble, tampoco tenía idea de cómo arreglar un auto.
Y tal vez ese era el motivo de que llevara tanto rato dándole vueltas al café; estaba demasiado ansioso para si quiera pensar en alguna otra cosa que no fuera su auto, su torpeza o su falta de compañía.
Sorbió un trago al café y lo pasó lentamente por la garganta.
Se quitó el sombrero y lo dejó sobre la mesa mientras veía a unos niños bajar de un auto, tomados de las manos de sus padres entraban a una tienda. Minutos después salieron con dulces en las manos y volvieron al auto.
-¿Cuánto falta? - pregunto uno de ellos.
Nuestro personaje solitario sonrió. Recordó aquellas veces, cuando pequeño, salía de viaje con sus padres y sus hermanos. Para éstos, la carretera era un martirio. Para él, era una belleza. Adoraba ver pasar los árboles por la ventana, los prados verdes y el cielo azul. Adoraba escuchar música mientras iba fotografiando los bellos paisajes y filmando la carretera mientras iban dejando atrás los montes. Cuando descubría que había llegado a su destino, se entristecía.
Esto cambió cuando sus padres se divorciaron, pero su gusto por los viajes aumentó. Cada vez que tenía que viajar en autobús a visitar a su padre era como una nueva experiencia. Miraba por la ventana del dichoso camión, con sus audífonos puestos, pensando en trivialidades, analizando recuerdos o simplemente escribiendo en su mente. Parecía ser tan fácil en aquél entonces... cuando los montes eran verdes a su alrededor, los campos se extendían frescos en el exterior de la ventana y cada momento del viaje era más bello que el anterior.
Soltó la cuchara y suspiró. Hacían falta muchas cosas verdes en aquellos paisajes, nada era como lo recordaba. Todo había cambiado con los años, lo único que testificaba que eso había existido eran sus fotografías y sus videos. Tal vez por eso se había convertido en un recolector de recuerdos.
Pagó el café, tomó su sombrero y subió a su auto. Ya tenía un nombre para su nueva creación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario