sábado, 21 de enero de 2012

Maletas listas

Un día escuché decir por ahí “Los dias pasan y no en vano“
Qué cosas.
Somos cambio de materia constante, sin duda.
¿Dónde estaba ayer? ¿Dónde estabas tú ayer? ¿A dónde hemos llegado? ¿Hemos sacado provecho al tiempo? ¿Estas en una mejor posición?
Probablemente yo me quedo, como siempre, en el mismo lugar donde he estado parada por muchos años. “Same position“ Claro que mi estatura ha cambiado, mi mente ha evolucionado, mi cabello ha crecido, mi sonrisa se ha transformado. Pero sigo parada en el mismo lugar.
Se van, viajan, desaparecen, se transforman, crecen, cambian. Move on. Brincan, encuentran su camino y lo recorren. Oigo sus voces a lo lejos, en el recuerdo y, en ocasiones, en el presente.
Son memorias las que cuelgan de mi cuello y solo, muy de repente, me doy el placer de sentarme a mirarlas un rato. Sólo un rato porque si me permito seguir así, podría quedarme por siempre viviendo del recuerdo. Y ya no soy así.
Pero claro, es normal, que piense en el pasado y quiera vivirlo de nuevo. Todos sienten eso. Y siempre se permite aplicar la de “El ayer era más fácil“ y pasan los años y repites la misma frase, sin saber que todos los ayeres eran aún más faciles. El tiempo cambia y complica las cosas. Y a pesar de todo queremos avanzar y avanzar a ver qué hay al final.
¿Qué camino recorro yo? Tú ya atraviesas el tuyo, tú te fuiste y no sé si en mi vida vuelva a verte, tú te haz olvidado de mí, tú ya estás en otra etapa a la que siempre quisiste llegar. ¿Yo? Same position. Always. For sure.
Pero no me entristezco, he llegado a un punto en el que lo comprendo y me acepto. Sé que mi vida se basará en la misma posición por siempre, porque como mi perfil psicológico y ancestral dice: Soy sedentaria y virgen. Y aunque ni yo misma me la crea, es verdad y lo respeto.
Claro que voy a caminar, voy a tranformarme, voy a irme. Pero siempre será la misma posición tan pesada que no puedo cambiar, porque eso soy yo.
No quiero quedarme en el “Veo que te vas“ Quiero que me vean irme. Quiero que agiten la mano, se despidan y se pregunten si van a volver a verme. Y así será.
Same position.
Pero voy a desaparecerme. A no volver. A no volver a verlos. Por mucho tiempo. Un periodo para mí. Y es todo lo que quiero. No es huida. Es mi propio rescate. Al fin realizado.


Lo veo venir.

lunes, 2 de enero de 2012

Calle Hidalgo no.15

Él también era pizzero. Vestía de una manera muy parecida, pero el olor era distinto. Papá olía a carbón con harina, mientras que él despedía una escencia a queso derretido con tomate fresco. A lo mejor por eso me fije en él, probablemente su olor fue lo primero que mis sentidos captaron, ya después estudié sus otros rasgos.
Su cara estaba llena de harina, acababa de hacer veinticinco pizzas y se encontraba sentado en la banqueta de la calle Relox. Sacudía sus manos con frecuencia, miraba a la calle y luego al cielo. Parecía esperar algo.
¿Dónde estaba yo? Parada en la esquina entre Relox y Mesones. En mi mente canturreaba la tonada de “Michelle“ mientras lo miraba y luego me reí al darme cuenta de lo ridícula que era aquella escena.
La primera vez que hablamos fue varias horas después de aquello, cuando decidí que lo más barato que podría cenar sería un chocolate caliente en la cafeteria de la calle Hidalgo. Vaya sorpresa que me dió el destino cuando al asomarme en la cocina la mirada de aquella mañana me vió de reojo y pareció reconocer en mi casi disimulada expresión de asombro a aquella mirona de la esquina.
Me senté en la mesa más alejada de la cocina y de las personas, pedí un chocolate amargo y espeso con dos churros, por favor.
La música que me ofrecía aquella pequeña y tierna cafeteria me acogió muy bien desde el principio y entonces vino el mesero a traer el pedido. Fue ahí cuando el aroma llegó por primera vez y sonreí al captar la similitud con los olores que habían llenado mi vida pasada; laurel, tomate, queso, harina, albahaca y un toque de papas al vapor.
Las manos del mensajero pusieron frente a mí una taza de chocolate ardiendo y un plato con churros que parecian recien horneados.
¿Necesita algo más?
Las palabras que cruzaron mis oidos venían con un olor a pasado aún más penetrante, entonces tuve que desviar mi mirada de los churros y elevarla para sonreír y estudiar al portador de tan familiar olor.
No, gracias.
Ya no tenía harina en la cara pero esas expresiones vagas seguían presentes, no, no tenia unos ojos hermosos y penetrantes, si no más bien calmados y fáciles de probar. Y realmente su cabello no me llamó la atención, asi como tampoco su voz sonaba al canto de un ángel. Era, probablemente, el conjunto de tantas imperfecciones lo que hacía que el mesero se robara mi mirada. Tenía un rostro demasiado humano. Demasiado fácil de apreciar. No había ningun tipo de compromiso, de expectativa, de creencia o de prejuicio mientras me miraba con una leve sonrisa llena de educación.
Asiente. Se retira. Me quedo sola.
Vuelvo a la mañana siguiente por un jugo de naranja.