jueves, 1 de noviembre de 2012

Mañana


Y ahora que me pongo a pensar me pregunto muchas cosas, muchas cosas que pude haber preguntado la noche anterior. La tercera noche. Y la última.
Me condujiste a la habitación de los sillones y el póster de los beatles, acomodaste las cobijas y me ayudaste a dormir. Susurraste cosas en muchos idiomas, besaste mi frente y me contaste tus aventuras. Recorriste mi rostro con tu dedo indice y prometiste muchas cosas. Me abrazaste más fuerte y te quejaste de la vida. Sonreíste en la oscuridad y me contajiaste. Dijiste que yo lo podía todo. Que para finales de noviembre todo sería mejor.
-You had the best year of your life.
-Im having the best years of my life.
Me quedé dormida con tu respiración en mi rostro y tus manos a mi alrededor.
La segunda noche, una semana después, hacía frío. Prendiste el calentador y nos sentamos todos juntos a escucharte mientras contabas la historia de tu familia, de un padre que no te habla, una madre que te olvidó y una hermana que te abandonó. Nos mostraste la fotografía de tu abuelo, el mejor hombre que hay en tu vida. Sacaste los albumes del cajón y nos contaste la historia de cada fotografía. Sonreí mucho.
Me llamaste a tu lado después de un rato y me contaste de Brazil, de tu verdadera familia y de ese año en el que aún sigues viviendo. Me abrazaste y volviste a negarme un beso, dijiste que no estaba bien y yo lo entendí. Pero el ambiente de la noche nos arrastró poco a poco hasta que no tuvimos fuerzas y nos dejamos llevar un poco. Te detuviste y dijiste que era muy difícil. Me abandoné al sueño entre tus brazos.
La siguiente semana y la siguiente y la que vino después de esa... no me hablaste. Los mensajes tuyos a los que ya estaba acostumbrada cesaron y comencé a sentir poco a poco cómo me ignorabas. Me retorcía en duda y frustración. Revisaba el celular y me preguntaba qué cosa había hecho mal.
La tercera noche, hace unas horas, un muchacho de dieciocho años me perseguía y trataba de besarme. Corrí hacia la primera puerta que encontré y salí a la calle, donde te encontré parado. Me miraste con cara de duda y quisiste preguntar algo, pero no te lo permití, te tomé de la mano y te conduje por la calle rápidamente. Sin explicaciones aún así me seguiste. Te dije que huía. Te reíste.
Era un edificio, había papel pegado al suelo anunciando que estaban pintando, era extraño y oscuro. Pero era el único lugar donde podíamos resguardarnos del frío.
-¿You have feelings for me?
Gracias. Dentro de mí te di las gracias por preguntar, por hacer las cosas directas y sin rodeos. Por dejarme ser sincera y por una vez en la vida no tener miedo a responder. Me abrazaste, me explicaste la razón de tu silencio. Dijiste que no querías lastimarme, que no querías entrometerte en mi año, que ibas a dejar de hablarme y que yo tenía que disfrutar al máximo mi momento. Que tú te apartarias, que estabas arruinándome todo. Yo sonreía, asentía, lo entendía. Me quebré por dentro. Todo lo que había sostenido... se quebró.
Esa conversación a oscuras la grabé en mi memoria para no olvidarla nunca, grabé tu sonrisa y tus palabras, tus disculpas y la promesa de que ya no volverias a molestarme, ya no ibas a hablarme como antes y te apartarias. Dijiste que no querias hacer de mi mente un desastre. Pues puedo decirte que ahora está hecha más un desastre de lo que estaba antes de aquella conversación.
Y ahora vengo y lo escribo, para curarme, para dejarlo ir, para respirar y volver a ser la que era antes del 5 de octubre. Para que quede grabada la lección y no se me olvide nunca.