domingo, 16 de septiembre de 2012

“... y los envíe no a gozar de los bienes temporales, mas a sostener grandes combates; no a buscar honores, sino desprecios; no a vivir en el ocio, sino a trabajar; no al descanso, sino a recoger grandes frutos de paciencia. Acuérdate, hijo mio, de estas palabras“

Las únicas veces que había abierto una biblia era en las clases de Religión en la primaria, las sostuve el día de mi primera comunión y directamente después fue a parar al librero que cuelga de la pared de mi cuarto.
Antes de partir, mi abuela me regaló un pequeño librito, tan pequeño que cabe en la cartera. Recordaba haberlo visto varias veces en su mesita de noche pero al descubrir que eran pequeños pasajes de la biblia, no le presté interés. Ahora ella me lo regalaba, junto con una moneda de colección con mi nombre grabado y el año de mi nacimiento (la cual mandó a grabar cuando nací). Me dijo “Es muy sabio, llevatelo“ y en la primera página escribió una dedicación con su letra cursiva “Vale: este libro es un “pequeño gigante“ en sabiduria. Consulta un párrafo todos los dias. Te amo, tu abi“
No le di importancia, lo metí en la mochila de la computadora con desinterés y seguí empacando. Hoy, tres semanas y dos dias después de que llegué a este pais, me encontraba recostada en mi cama sin ganas de salir o de hacer cualquier cosa que implicara levantarme. Con muchos miedos e inseguridades, con cansancio, con ocio. Con unos padres adoptivos en la planta de abajo esperando a que me ponga de pie y salgamos a hacer cosas productivas. Para ellos la palabra descanso no existe.
Entonces abrí la maleta de mi computadora, no recordaba qué había metido ahí exactamente, encontré papeles, una pluma, unos chicles... y el librito. Lo abrí por ocio y recordé que mi abuela me dijo que siempre abriera una hoja al azar y leyera lo primero que mis ojos encontraran. Me reí “eso nunca funciona, siempre salen cosas que ni al caso“ pero igual, abrí el librito en una hoja al azar y leí las palabras que aparecían delante. Me había encontrado con un párrafo que pareciera estaba escrito para mí, destinado a que solo yo lo leyerá. Me sorprendí. Lo comprendí. Me sentí un poco mal.
No sé si creo en el azar, pero no importa.

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