viernes, 19 de noviembre de 2010

El atardecer en la ventana

Paseaba de un lado a otro, pensativo. Frotándose los brazos y la barbilla con extremo nerviosismo y solo paraba una que otra vez para verse en el espejo y hacer una mueca de disgusto.
No se percató de que lo espiaba, o si lo hizo prefirió ignorarme para no causar alguna otra discusión. Pero sea como sea, no importaba, él sabía que de todo me había enterado yo. Y de lo que no, también.
Se sentó un instante en la antigua mecedora de la abuela y esta rechinó, haciéndolo parar su mente un rato para inspeccionar la tabla podrida. Pero, como esperaba yo, su mente no pudo concentrarse más de cinco segundos en la silla cuando ya estaba de nuevo pensando en lo mismo.
Ahh... era tan frustrante verlo actuar de esa manera. Culpándose a si mismo de todo, aunque en parte claro, todo era su culpa. Pero, para variar, estaba dedicándose a buscar una solución en vez de improvisar. Si bueno, yo improvisaba para todo y tal vez eso no estaba del todo bien. Pero había que intentarlo ¿No? de alguna forma.
Volvió a caminar en círculos varias veces y después sonó el teléfono. Una, dos, tres... no contestaba. Cuatro... ni siquiera miraba el teléfono que estaba a su derecha. Cinco... descolgó.
-¿Si?.... ahh... No, no... no lo entienden... esa no... No, claro que no.
No dijo nada por un rato.
-Si si... ya lo sé, carajo... ¡Que si!... Comprendo... bien...
Colgó.
-Puta madre....
Murmuró varias maldiciones y luego se sentó en el marco de la ventana. El atardecer se hacía presente y los últimos rayos de sol iluminaron la ventana. Solo pude contemplar su silueta mirando hacia afuera. Pensativo, muy muy pensativo. Sus rasgos se marcaban a la perfección y su sombra se hizo tan larga que llegó hasta donde yo estaba. Puse los dedos sobre la silueta que se hacía de su rostro y acaricié la pared.
Se giró hacia donde yo estaba; me había sentido.
-Ven, acércate.
Desabroché los botones de mi camiseta y fui hacia la ventana, sus labios entreabiertos suplicaban algún tipo de perdón.
Cerré los ojos. Me perdí con el atardecer en la ventana.

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