jueves, 7 de octubre de 2010


En un agujero en el que nada es igual, en un abismo en el que me pierdo seguido.
La tonada comienza a cambiar, tomando formas distintas, con colores que no reconozco.
Me doy cuenta que nada es normal, que ya no soy tan solo un individuo, ahora formo parte de un grupo con nombre.
Me encuentro conmigo misma en el espejo y con mis ojos recorro lentamente mis pesares, admirándome, tratando de quererme tan solo un poquito más que ayer. Para ver si al final de la semana mi amor por mí es incondicional. Y poco a poco me retiro, me alejo del reflejo, me escondo.
Me dedico a divagar en el agujero de la vida, a apretar el viento con mis manos y convertirlo en sonidos de la naturaleza. Me convierto en sombras, me pierdo con la luz y la obscuridad. Y lentamente respiro el aire que me da fuerza en mis pulmones polvorientos, y vuelvo a escuchar.
A escuchar a todos, a escucharme a mí, a escucharte a ti. Y aunque quisiera escucharte solo a ti, y aunque quisiera verte solo a ti, no dejaré que mis ilusiones den un giro hacia lo que deseo y lo que me atrae. Hoy es necesario escucharme a mí, hoy es necesario escucharme al compás de la sociedad. Volverme un ser andante y espía, al mismo tiempo que me estudio a mí misma en relación con las personas.
Pero, para mí, es mucho más cómodo el silencio personal. Ese murmullo que me suspiro a mi misma, esos secretos que yo sola me cuento, esa tranquilidad que transpiro con los segundos que paso con la soledad.
Y es realmente maravilloso saber qué es lo que me atrae, qué es lo que me inspira y qué es lo que me falta por escuchar.

Las sonrisas de un pasado perfecto, transforman mis pensamientos en memorias y recuerdos. El arcoiris de risas y unidad de un ayer que se fue, las lágrimas de un ser perdido hace un tiempo, la tristeza de un desamor, la duda de un nuevo sentimiento, la atracción de una incertidumbre.
¿Qué habrá al otro lado del pensamiento? ¿Qué será de mí cuando todo se materialice?
Preguntas sin respuestas.

Creo que las cosas que he pasado alrededor de esta vida son insignificantes regalos de la naturaleza en mi cuerpo, creo que si no me pongo ya a hacer lo que debo no voy a poder caminar. Creo que si dejo de ser distraída y me concentro en mis objetivos, en mis defectos por acomodar y en los errores físicos... voy a perder. Debería realmente pensar en mi divagación, en la profundidad de mi mente, debería realmente sentarme a conocerme.
Así que regreso al espejo. ¿Veo mis imperfecciones o mis perfecciones? Eso es algo que responderé pronto, pero, en mi interior, ya sé qué debo hacer. Lo sé de verdad. Te voy a alcanzar.

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