viernes, 20 de agosto de 2010

Píldoras para reventar Y una voz de tinta

Desde hace unos días que no me siento bien. Hasta ayer, el dolor era interior. Pero creo que ha ido trayendo sus repercusiones físicamente. Y, no sé, no sé si seas tú el culpable de tan molesta enfermedad o si el dolor venga del dichoso germen que no me deja de molestar. Tal vez son ambas cosas las que me tienen a punto de estallar.
Los oídos me aplastan el rostro con una fuerza brutal, mis ojos lloran con la luz artificial y mi cuerpo no deja de temblar. El temblor viene, probablemente, del sin fin de pastillas que me he tomado hasta hora. Mi cuerpo endrogado suspira por un abrazo, una palabra o tan siquiera una mirada.
Siento un inmenso calor por fuera, pero por dentro estoy fría como el hielo. El termómetro indica alta temperatura, mi corazón no refleja nada de calentura.
Debo respirar por la boca, pues mi nariz no tiene espacio para el aire. Y cada vez que abro los ojos en la noche, es porque me ahogo. No sé si es falta de aire o tal vez falta de ánimos. Pero me siento terriblemente mal.
Ya no sé si creer en la ciencia, pero me he vuelto adicta a estas pastillas. Resbalosas y tan suaves que, una vez en la garganta, se deslizan tranquilamente. Pero supongo que tanto medicamento es el que me está causando este incontrolable deseo de gritar a los cuatro vientos.
Me siento a reventar, malditas píldoras que no son capaces de curar. Y qué hago ahora? Con esta enorme duda que me come por dentro. No sé qué hacer, no sé qué sigue después.
Me hacen falta mis amigos, supongo, pero a veces creo que las pastillas lo llenarán todo. Solo espero no volverme drogadicta. Pues contigo tengo suficiente.
Quisiera salir corriendo, pero enfermaría más. Mis pulmones me piden aire, pero no puedo respirar. Mis ojos suplican reposo, pero no puedo descansar. Y este corazón latiendo por un sentimiento nuevo, al que juré haber corrido para no ver nunca más.

Me carcomo por dentro, el resfriado es eterno. Tan solo van dos días de estornudos pero siento que llevo semanas a dolorida. Y, en efecto, llevo bastante tiempo con este dolor interior. Que me come por dentro, me hiere. Pero, por ahora, quiero ver este dolor como un placer. Para no pensar en nada... y perderme en el recuerdo de esa voz de tinta...

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