jueves, 6 de febrero de 2014

Podrían haber pasado más y noches y más días de lluvia y aún así sé que habría terminado contigo.


Es un puerto en el fin del mundo, lo recuerdo como en un sueño pero sé que nunca he estado aquí.
 El lindo día soleado que era esta mañana se ha convertido en una tormenta y hace un poco de frío, la humedad de la lluvia se filtra a través de mi suéter pero a pesar de eso no me muevo a un lugar seco. El agua cae sobre mí con cariño, como si me acariciara los recuerdos... los buenos y los malos. 
El puerto y las calles están vacías a excepción de una heladería donde algunas personas se resguardan del frío y la humedad. Es curioso cubrirte de un día como este en un lugar como aquél donde lo último que vas a comprar es un helado. Pero esa no es la razón de que me quede parada bajo el agua mirando al mar. La razón es esta sensación de libertad que me deja el estar mojada hasta los dedos de los pies, como si por fin me liberara de todo; de los dolores, de los miedos, las preocupaciones, los anhelos, los sueños, las memorias y los amores, de los buenos y de los malos, de los falsos y de los verdaderos. 
Sé que te extraño porque sé que existes y porque sé que todo lo que quise nunca existió. Pero me fui con la necesidad de no encontrarte más. Y mira. Me he encontrado un puerto bellísimo y es exactamente como lo quería. Lejos. 

Tengo ganas de caminar infinitamente, de no cansarme, de caminar sin buscar y sin encontrar. Solo pasando. Porque sé que así iré dejando mis huellas por el camino, mis dudas que solamente abarcan espacio en esta maleta ansiosa por irse lejos. Caminando infinitamente. 

Olvidarlo todo. Dejarlo todo. 
No es tan difícil después de todo. Lo sé. Lo viví. 
I'm gone. 

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