martes, 14 de agosto de 2012

Mi intención era escribir sobre otro tema. Pero no quiso salir del baúl.


David Martin dice que para tener inspiración hay que sentar el trasero en la silla y escribir hasta que a uno le sangren los dedos. O algo por el estilo.
No suelo confiar mucho en este hombre pero a uno no le queda más que confiar unicamente en los personajes de los libros pues, a mi parecer, creo que son los únicos sinceros aqui. O tal vez los más mentirosos.
Me sujeto con cadenas a las páginas cubiertas de tinta y en esa cárcel me siento libre. Porque de rejas y barrotes no tienen un pelo. Solo horizontes con un millón y medio de posibilidades. Es por eso que son el boleto de viaje más barato y, bueno, por otro lado no tengo que abordar un avión y cerrar los ojos hasta que esté en tierra. Las alturas me aterran.
Uno no puede evitar aceptar que, de alguna manera, los libros físicos son los más atractivos. Eso de pasar las hojas con los dedos rápidamente porque si no atrapas la historia se te escapa y ya no sabes cómo fue que terminó. Personalmente me gusta mucho el sonido del papel, me gusta la sensación de tener un libro en la mano aunque no lo esté leyendo las 24 horas del día. Es como ir de la mano con un amigo. Sientes la cubierta y te da ese no sé qué que te sostiene para que no te ahogues en las aguas peligrosas donde uno anda a veces.
Tal vez si David leyera esto se aburriría y me pediría un café porque no cree poder permanecer mucho tiempo despierto. O tal vez lo dejaría y diría algo así como “Vas por buen camino“ lo cual, como él mismo dice, es una manera de decir que es horrible y no sirve ni para limpiar los ventanales de la casa de la torre.




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